Para Rudolf Steiner el espíritu de la lengua en toda su inconmensurabilidad, en su genial sabiduría, pone su sello en el cuerpo físico del niño pequeño por medio del sentido verbal.
Se trata de vivir el significado visible, concreto y fresco de las palabras como camino hacia la verdadera realidad de la lengua. Con todo esto se obtiene una concepción teóricamente competitiva, inteligible y aplicable a la práctica de la enseñanza de las lenguas.