A Thulani le encanta reposar y soñar bajo el cálido sol. No le gusta mucho ordeñar la vaca, ni tampoco cuidar y trasquilar las ovejas. Por otro lado no le disgusta tanto sembrar el campo, siempre que pueda volver pronto a recostarse al sol. Bajo la mirada incrédula de su esposa Dora, el sol inesperadamente lo recompensará con unas hermosas flores que, al igual que él, adoran esa luz tan cálida y, de paso, dejan caer unas semillas preciosas que conducirán a Thulani por un camino nunca imaginado.
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